Con nuestra llegada al mundial muchos sentimientos que estaban más o menos guardados salieron a flote y gritamos con garra que viva el Perú! Por primera vez sentí que realmente existía el sentido de pertenencia entre los peruanos. Que experimentábamos un orgullo enorme de ser quienes somos y de haber nacido en esta hermosa tierra del sol. Como la tendencia del ser humano es querer poseer lo bueno que se tiene/siente nos entregamos al sentimiento ganador olvidando que todo es in-permanente. Como todo en la vida, cuando pasa nuestro juego vale decir bien puesto en las ligas mayores, deja un rastro de nostalgia y en este caso una sensación positiva que se ha quedado instalada en nosotros. Pasan los días y las malas noticias de corrupción – una vez más- salen a flote, pero esta vez nos toman con el corazón en la mano y por eso duelen más. No demoran en salir las críticas y comentarios agudos, el rechazo y el negativismo hacia nosotros mismos y hacia nuestra cultura que desgarran y retrasan. Es verdad, hay corrupción, hay mentira, hay coima, hay “arreglos” y vienen de distintos lados, y nos decepcionan y desilusionan, se van nuestras ganas de seguir creyendo y creciendo.
¿Qué ganamos con nuestra auto crítica tan dura y dolorosa? ¿Es que acaso ya no fueron suficientes tantos años de sumisión y aguante para ahora reactualizar de nuevo la sensación de inadecuación y separación? Nos olvidamos que si no somos parte de la solución, lo somos del problema y que cada vez que hablamos mal del Perú con los peores juicios estamos hablando de nosotros y somos mucho más que la corrupción. Somos buenas prácticas, deportistas destacados, escolares con premios en ajedrez y matemáticas, campeones en las olas del mar, artistas de renombre, emprendedores que iniciaron un sueño y que construyeron nuestras marcas de bandera, hombres y mujeres decentes que luchan todos los días por ser mejores y marcar una diferencia.
Es la actitud hacia nosotros mismos la que tenemos que hacer consciente, cómo nos vemos, cómo nos tratamos no solo en los ámbitos de nuestra vida privada sino también en el día a día del trabajo cotidiano. Los líderes de las organizaciones de hoy necesitan darse cuenta de que tienen una responsabilidad muy grande sobre sus equipos, la de reforzar ese orgullo de ser quien se es, de desafiar para llegar a la excelencia, de no permitir cruzar la línea de la ética, de estar presentes para su gente. Y los equipos que a veces se ven de lejos los problemas empresariales, necesitan entender que el éxito de una organización se forja como una comunidad en la que no hay separación, en la que practican el interser, donde si existen unos es porque ahí están los otros.
Es importante desarrollar una cultura de cambio basada en el amor y el servicio, en el cuidado de la autoestima del otro, en el pensar antes de hablar, en el enfoque no como tanto dirigido al resultado, sino también a la valoración del proceso mismo. Es urgente vivir en una cultura de firmeza gentil en donde la autoridad no radica en la posición, sino en la persona.
Todo esto es posible si tan solo lo decidimos, si no queda en las palabras, sino que lo comprendemos, lo sentimos profundamente y lo hacemos en coherencia con nuestros valores.
No seamos parte del problema, seamos parte de la solución, aprovechemos el sentido de oportunidad que la vida nos ofrece y seamos influencia positiva en nuestro entorno recordando quienes somos.
Derechos reservados® Carla Villacorta Torres (MCC)